En una política pública sobre
consumo de drogas, la mayoría de la gente reconoce dos estrategias
interventivas: la prevención (que implica educar para que no se consuman) y la
asistencia (rehabilitar a los consumidores), sin embargo también hay un grupo que
merece la atención y es el constituido por aquellos consumidores de droga que
persisten en su práctica.
Para este colectivo está diseñada una estrategia -no
exenta de resistencia sociocultural y hasta académica- de “reducción de riesgos
y de daños” dirigida a minimizar las consecuencias para quien las consume y
para terceros; elige minimizar los riesgos y los daños asociados al consumo
de los usuarios en lugar de ignorarlos o perseguirlos, sin que esto
implique −de ninguna manera− restarle importancia al real peligro asociado al
uso de sustancias psicoactivas.
Respecto de las llamadas “drogas
legales” tenemos como sociedad bien
internalizada lo que significa reducción de daños; por ejemplo no fumar en
lugares cerrados y no conducir luego de haber bebido alcohol. Sin embargo en lo
que respecta a las llamadas “drogas ilegales” como comunidad nos cuesta
bastante incorporar el concepto; y a lo
mejor esto sea un síntoma de que no queremos ver ni aceptar la realidad. Por ejemplo el
combo entre las llamadas "fiestas electrónicas" y las drogas sintéticas nos
obliga a hablar sin vueltas, puesto que es una obvia ingenuidad pensarlas como
espacios con consumo cero. Está en nosotros seguir haciendo de cuenta que no
vemos a los consumidores o incorporar las acciones tendientes a minimizar los
riesgos de ese consumo que sabemos que existe.
La implementación de políticas
orientadas a la reducción de riesgos y daños exige tener en cuenta las
circunstancias individuales y comunitarias de una determinada región, lo que
hace imposible que exista una fórmula universal y mágica para su aplicación.
Por suerte, eso es algo que se puede resolver llamando a quienes combinan los
conocimientos generales con los particulares de la región.
Resulta un poco difícil definir
con exactitud el "paradigma de reducción de daños" dado que no se trata de una
lista de intervenciones, sino que se debe entender como un conjunto de
principios. Algunas de sus características clave consisten en que constituye un
enfoque basado en los valores del pragmatismo y el humanismo, que asume
que el uso de sustancias psicoactivas es parte de la sociedad y, por lo tanto,
resulta fundamental reducir los daños de su uso mediante estrategias que
sean costo-efectivas y tengan solidez científica. En el abordaje de la
problemática del consumo de sustancias, "la reducción de daños" se encuentra
enmarcada en el enfoque de Salud Pública.
No podemos hablar de reducción de
daños sin hablar de regulación de las sustancias, y es importante que quede
claro que cuando hablamos de “regulación” no estamos haciendo referencia a la
“legalización”. Hay una gran diferencia entre ambos conceptos. Mientras la legalización
es el proceso por el cual ciertas sustancias cuya producción,
comercialización y uso eran ilegales se convierten en legales, la regulación
implica la implementación de un claro marco jurídico que norma algunas
actividades relacionadas con estas sustancias, y toda actividad que se
desarrolle fuera de ese marco no está permitida. Sin embargo, la regulación no
implica necesariamente poner legalmente a disposición todas las drogas.
Si bien el enfoque de Salud Pública apunta a una disminución de la
demanda de sustancias y de los efectos negativos derivados del uso
problemático, las intervenciones de reducción de riesgos y de daños permiten
también mermar los impactos sanitarios y sociales de aquellas poblaciones que
no son adictas, no poseen un consumo problemático y no están interesadas en la
abstención, por lo que dichas estrategias se centran en la educación de los
usuarios y en la generación de marcos legales que faciliten y optimicen estos
procesos.
Las políticas de reducción de
riesgos y daños constituyen, como ya hemos citado, una estrategia de salud pública; es momento de dar
un debate serio porque garantiza el acceso a la salud para las
personas que usan drogas. En particular, con acciones en contextos recreativos
que no debe reducirse a las fiestas electrónicas. No es sólo dar información
útil y objetiva, ni contar con zonas de recuperación, ni generar alertas
tempranas, ni realizar análisis de sustancias, implica también reglamentar y
regular los eventos.
Como prevenir es mejor que curar,
en todos los casos las políticas de reducción de riesgos y daños deben darse
SIEMPRE en el marco de una muy buena campaña de promoción de hábitos
saludables.
¡HOY PUEDE SER UN GRAN DÍA PARA EMPEZAR!
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