viernes, 4 de mayo de 2018

LOS CONSUMOS PROBLEMATICOS DE SUSTANCIAS EN LA ESCUELA

La presencia de consumo de sustancias legales o ilegales en la
escuela produce efectos diversos en la comunidad educativa.

No sólo el consumo problemático provoca malestar en la vida
escolar, además la sospecha o conocimiento de venta de sustancias ilegales en la escuela o sus alrededores, provoca conmoción. 




De alguna manera, la escuela como privilegiado actor social, es
atravesada por prácticas y costumbres que el contexto socio cultural produce e impone. Entre ellas se encuentra la naturalización de hábitos que no son saludables; como por ejemplo, el vivir en un tiempo del hoy, sin proyectos a futuro; el alcohol -y/o las drogas- como escena común en el encuentro con el otro.

Por tal motivo, es necesario interpelar nuestras prácticas, generando un debate tanto al interior de cada uno de los actores del ámbito educativo, además de un debate en el propio grupo de estudiantes, su familia y en la comunidad misma.

La escuela no puede ni debe quedar por fuera de la realidad social,
no es una isla, está inserta en una comunidad de usos y costumbres
particulares según los contextos socioeconómicos, con hábitos culturales definidos y con prácticas de consumo “aceptadas”. Y esta comunidad a su vez, es parte de una sociedad, que hoy se la describe como “sociedad de consumo”.

Desde este lugar es imposible pensar que las escuelas no vivirán
situaciones de consumo ya sea explícitas (“están fumando en los baños”) o implícitas (“se dice que vende”, “parece que vino fumado hoy”, “se dice que la familia vende drogas”). Por ello, el rol de la escuela en “nuestra sociedad de consumo” es necesariamente el de la educación preventiva, donde si bien la información clara y precisa es un elemento central de la prevención, no es suficiente para desalentar el consumo. En gran medida, los imaginarios, los estereotipos, los modelos sociales  tienen mayor peso en las decisiones de consumo que el conocimiento de los efectos de las drogas o los riesgos asociados al consumo. De tal forma, considero que debatir entre pares, y escuchar a otros debatiendo posibilita la interrogación sobre las propias prácticas y creencias sobre el consumo. Y no sólo nos permite conocer lo que piensan, sino derribar algunos mitos, despejar miedos y dudas.

Es tarea de la escuela brindar los espacios para que la vida de
los estudiantes ingrese y no sea una situación estigmatizante ni valorativa,
sino un espacio de construcción y crecimiento donde pueda llegarse a acuerdos y así poder tener una postura crítica frente al consumo. Es necesario, en el marco de esta propuesta interventiva, que los referentes adultos (docentes, no docentes y familias)  mantengan una actitud de escucha abierta y no formular juicios valorativos ni censurar las opiniones o preguntas. Es primordial saber contener las ansiedades en relación con una temática que nos provoca, que nos incomoda, que nos cuestiona, que nos interpela y que nos obliga a no quedarnos paralizados por los miedos, los nervios y las dudas irresueltas.







Me permito compartir con ustedes algunas estrategias interventivas:

  • Generar espacios, individuales y grupales, que incentiven y posibiliten el diálogo entre estudiantes y referentes adultos sobre la temática. 
  • En la escuela no se trabaja con un grupo terapéutico sino en un espacio preventivo. Siempre el abordaje es institucional desde la sana asimetria pedagógica; se abre el debate pero no se interfiere en la vida privada de los adolescentes. Por ello hay que evitar promover el testimonio personal de los chicos.
  •  Desarrollar una cultura institucional vinculada al cuidado, donde primen relaciones de reciprocidad, de afectividad, de confianza, de preocupación por el otro.
  • Revisar los tabúes y prejuicios personales de los adultos de la institución, para conocer desde dónde hablamos y actuamos, y de esta manera se pueda sensibilizar al equipo docente.
  • Elaborar una planificación para la tarea educativa preventiva, construida con el aporte de todos los actores institucionales desde una mirada transversal de la temática. Es decir  una  propuesta curricular que permita abordar una acción educativa desde una perspectiva humanizadora, desarrollando los aspectos éticos  en la formación de las personas.
  • Generar dinámicas que permitan trabajar sobre las significaciones, las motivaciones y las prácticas de consumo de los adolescentes.
  • Generar espacios de diálogo, trabajo conjunto y co- responsable entre familia y escuela. El ambiente familiar influye en la conformación de las identidades y actitudes para la vida, pero no las determina. Lo decisivo para las personas es encontrar vínculos significativos, espacios de diálogo, afecto y acompañamiento; adultos que regulen algunas modalidades de permisos y prohibiciones y que manifiesten coherencia entre lo que pretenden y lo que hacen.


La escuela es pues, el lugar privilegiado para hablar del consumo y la sociedad en la que vivimos.




¡HOY PUEDE SER UN GRAN DIA PARA EMPEZAR!

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