“Quiero
emborrachar mi corazón para olvidar un loco amor que más que amor es un
sufrir”, dice el tango “Nostalgias”, como
si la pena se diluyera con cada gota, como si el corazón borracho de amor
pudiera olvidar a cada trago y transformarse en un corazón ebrio por el
alcohol.
En
diversas letras de canciones esa imagen se repite, como si fuera una vía de
escape lo suficientemente “poética” y dolorosa para representar la pena de un
corazón roto.
La escena reproduce la realidad del abandonado o abandonada, solitarios, que buscan literalmente ahogar en un vaso de alcohol el dolor por la partida del amor.
Muchas veces algún amigo acompaña el dolor y comparte el trago. En otras el ambiente es más festivo e incluso estas canciones se escuchan en fiestas y boliches para que los recién dejados las canten con entusiasmo: “Cantinero sirva otro tequila que quita mi herida”, dice “Traición a la mexicana” de La Zimbabwe. O también: “Pasame la botella, voy a beber en nombre de ella”, interpretada por Banda XXI y Daddy Yankee.
“Mozo,
sírvame la copa rota, quiero sangrar gota a gota el veneno de su amor” interpretan entre otros músicos como Andrés Calamaro o José Feliciano, llorando a la “ingrata que se fue”.
“Tomo para no enamorarme, me enamoro para no
tomar”, dicen Los Autenticos Decadentes en una de las frases más cantadas de la música popular, o la muy viralizada canción de Ráfaga “porque vos se nota que no me queres... y yo me dedico al alcohol...”
De un modo u otro ¿ahogamos nuestras penas en alcohol?
Esa imagen representada en las letras musicales es algo que sucede en la realidad, porque hay mucha gente -y entre ella, muchos muchachas y chicos -que se emborracha para quitar las penas, será acaso porque muchas veces el alcohol es el ansiolítico más barato de todos, el que tengo más a mano; pero además también hay una cuestión cultural ya que se utiliza y se ha utilizado a lo largo de la historia. ¿ Es casual que la mayoría de este tipo de letras sean interpretadas por hombres? Crecimos inmersos en una cultura que educa a los varones para no llorar, el alcohol podría pensarse en este sentido y desde esa perspectiva como un desinhibidor para las lágrimas.
Pero la ciencia logró un nuevo descubrimiento que desmitifica la idea de que hay que beber para olvidar; el alcohol no aleja las penas, sino que, por el contrario refuerza los malos recuerdos.
Científicos de la Johns Hopkins University School of Medicine de Baltimore (EE.UU.) llegaron a la conclusion de que la ingesta desmedida de alcohol graba los malos recuerdos con mayor obstinación que si el mal trago se enjuaga con agua, ya que beber alcohol en dosis elevadas produce una alteración en un mecanismo fisiológico que funciona en nuestro cerebro y que sirve para olvidar los recuerdos negativos.
La actual moda de nuestros jóvenes de "tomar para volcar", consumir en exceso para caer en la intoxicación rápidamente (lo que los ingleses llaman binge drinking), donde la idea es que el alcohol "pegue" y "pegue" lo más rápido y fuerte posible, en donde se equiparan la diversión y el descontrol (a punto tal que llevan a hacer mezclas impensadas de bebidas con altísima graduación alcohólica) no solo aumenta el riesgo de coma etílico, y de las consecuencias de la clásica resaca posterior a una noche de borrachera, sino que
además refuerza las malas experiencias.
Los investigadores de la Johns Hopkins describen que el
alcohol “altera la función de receptores neuronales AMPA, que son receptores
para un neurotransmisor llamado glutamato y que tiene un papel crucial en la
formación de la memoria”.
Este neurotransmisor de glutamato se extiende por
todo el cerebro y en particular está presente en áreas nerviosas que controlan
las respuestas emocionales como la amígdala, el hipocampo o la corteza
prefrontal, donde el glutamato controla la memoria.
El alcohol como sustancia psicoactiva interviene sobre diversos sistemas de mensajeros en el cerebro que modulan y
controlan distintas funciones, entre ellas el aprendizaje y la memoria.
Al impedir la extinción de memorias negativas,
el alcohol permite que persistan miedos y situaciones estresantes en el
recuerdo. Y
esto se traduce en interferencias a la hora de afrontar situaciones de la vida
cotidiana, lo que traslada el problema a otras esferas del comportamiento
diario.
Gracias a este estudio por primera vez se explican los mecanismos por los que el alcohol perturba la
memoria de tipo emocional negativa.
Durante la embriaguez estamos en un periodo
de consciencia alterado y podemos olvidar nuestra realidad vital. Sin embargo, el
consumo excesivo continuado de alcohol facilita que tengamos dificultad para procesar
aprendizajes positivos, que tengamos memorias buenas, y nos impide olvidar los
malos recuerdos.
Como vemos "beber para olvidar" es una pésima e inútil idea muy a pesar de que la sabiduría popular y costumbres repetidas y no demostradas la hayan popularizado.
De modo que las penas no se ahogan empinando el codo.
Emborracharte no manda a la papelera de reciclaje tus malas experiencias, muy por el contrario las afianza mas en tu memoria.
El alcohol no te borra los recuerdos, sino que los graba más. Lo vivido, vivido está.
¿Y si hoy no te dedicas al alcohol?
¡HOY PUEDE SER UN GRAN DIA... PARA EMPEZAR!
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