viernes, 27 de abril de 2018

"RESACADOS"

Seguramente conocés la canción de Ulises Bueno "...Anoche me fui con los pibes y pintó descontrol, le di toda la noche al escabio. Y sin querer trague de más y me puse de desclavo. Caí tipo 7 a mi casa ya quemaba el sol, mi vieja sermoneando en la puerta. Y yo pidiendo cama porque se me reventaba la cabeza..."







Después de ingerir alcohol, éste es absorbido en el tracto gastrointestinal y debe pasar obligatoriamente por el hígado antes de alcanzar cualquier otro tejido del organismo. Nada llega a la circulación sanguínea central sin antes haber sido procesado por el hígado. El nombre de este proceso es "metabolización hepática".

Entre los varios papeles de la metabolización hepática, uno de ellos es desactivar sustancias tóxicas que hayan sido ingeridas, como el alcohol (etanol), por ejemplo.
En realidad, el proceso de metabolización hepática del alcohol es curioso: el hígado humano no produce una enzima que neutralice directamente el alcohol, así que transforma el alcohol en acetaldehído, y solo después en ácido acético, que es un metabolito no activo y no tóxico. Aquí surgen dos problemas: el primero es que el acetaldehído es una sustancia más tóxica que el propio alcohol; el segundo es que el acetaldehído solo es inactivado en ácido acético después de pasar por segunda vez por el hígado.
En resumen, consumimos alcohol, pero antes de que llegue a la circulación sanguínea central, el hígado lo transforma en acetaldehído, una sustancia aun más tóxica. Solo después de rodar por todo el organismo y retornar al hígado, el alcohol ingerido (ahora bajo la forma de acetaldehído) logra ser inactivado en el inofensivo ácido acético. 
Después de beber alcohol, el resultado final es el siguiente: el 92% de etanol ingerido es metabolizado por el hígado, el 3% es eliminado en la orina, 5% es eliminado por los pulmones en la respiración (de ahí el test del alcoholímetro) y menos del 1% sale en la piel a través del sudor.


RECORDÁ: El alcohol — que es una sustancia tóxica —, después de ser ingerido, es transformado en otro elemento aún más tóxico (acetaldehído) antes de circular por todo el cuerpo.



Pero el problema no termina ahí. La absorción del alcohol por medio de los intestinos es mucho más rápida que la capacidad del hígado de metabolizarlo. El hígado solo logra metabolizar el equivalente a una copa de vino o 300 ml de cerveza por hora. Por lo tanto, si tomamos el equivalente a 5 copas de vino, el cuerpo va a demorar, aproximadamente, cinco horas para eliminar todo ese volumen.

Eso significa que después de un consumo exagerado de alcohol, nuestro organismo tendrá que lidiar, por varias horas, con dos sustancias altamente tóxicas circulando en la sangre: alcohol y acetaldehído.

Cuando estamos con el estómago lleno, la absorción de etanol se torna más lenta, dando más tiempo al hígado para metabolizar el alcohol que llega. Por ello, la intoxicación por etanol es más intensa cuando bebemos en ayunas. Las bebidas alcohólicas gaseosas son absorbidas más lentamente y los alimentos ricos en proteínas o en azúcar reducen la absorción del alcohol.


El alcohol actúa en todo el organismo, pero sus efectos más visibles se dan en el cerebro, principalmente durante una intoxicación aguda.

En pequeñas cantidades, el alcohol tiene acción estimulante en las neuronas, causando euforia y mayor interacción social. Pequeñas dosis ya afectan la coordinación motora y la capacidad de concentración.

Conforme el nivel de alcohol se eleva, la capacidad de discernimiento se altera y surgen los comentarios y las acciones inadecuadas. Las dosis más altas de alcohol y acetaldehído en la circulación intoxican las neuronas, causando la inhibición del funcionamiento del sistema nervioso.

Conforme la concentración sanguínea se eleva, la persona va pasando por la siguientes fases: letargia, somnolencia, reducción del nivel del conciencia, coma y, eventualmente, muerte.

Por lo tanto, estar embriagado significa estar con las neuronas intoxicadas por el alcohol (y acetaldehído). Los síntomas de la embriaguez duran hasta que el hígado logre neutralizar todo el alcohol y el acetaldehído que circulan en la sangre, lo que ya vimos que puede llevar horas.

¿Qué  es  la  resaca?



"Tengo esa resaca de domingo por comer....de hígado roto y oxida 'o por el fernet...¿AY, dame ali....pobre de mi!" (así  PARAFRASEAN  LA CANCION DE VICTOR HEREDIA ALELI, ALGUNOS PIBES INTOXICADOS POR EL ALCOHOL).

La noche acabó y te encontrás con la luz del sol ardiendo en tus ojos. Tu boca está seca y con gusto amargo. Tratás de levantarte y notás un mareo residual y sentís debilidad en tus piernas. En ese momento, tenés un horrible dolor de cabeza que te atormenta. Como si no bastase, aún hay un malestar terrible y una náusea que no provoca vómitos tan sólo porque tu estómago está completamente vacío. Cuando corrés hacia el inodoro y notás que estás con diarrea, pero las heces tienen un olor diferente al habitual. Parece olor de alcohol… tu mente está en una neblina y los detalles de la fiesta de la noche pasada son apenas flashes. ¿Esto te suena familiar? Claro que sí porque estas "resacado"; le diste tanto al "escabio" que se te revienta la cabeza...
Estos son los síntomas de la resaca, el resultado final de horas de exposición a sustancias tóxicas. En realidad, la resaca habitualmente surge cuando el nivel de alcohol en la sangre está muy bajo, casi cero, después del trabajo de limpieza realizado por el hígado.
La resaca parece ocurrir básicamente por tres motivos:


  • Intoxicación por el acetaldehído.

El acetaldehído llega a ser hasta 30 veces más tóxico para las células que el etanol. En el caso de un consumo exagerado de alcohol, puede haber presencia de este metabolito tóxico en la circulación durante varias horas después de que has dejado de beber. Gran parte del malestar de la resaca es consecuencia de la exposición prolongada de las células al acetaldehído, lo cual provoca una especie de inflamación generalizada del organismo. Además, las neuronas quedan intoxicadas, lo cual dificulta el establecimiento de un patrón adecuado del sueño. Por eso quedás somnoliento y la calidad de tu sueño es mala, por lo cual quedás cansado.




  • Disminución de la glucosa sanguínea (hipoglucemia).



El proceso de metabolización del etanol envuelve vías enzimáticas del hígado que también participan de la producción de glucosa, principalmente en períodos de ayuno. Como esas enzimas están ocupadas metabolizando el etanol, tenemos una caída en el nivel de glucosa para el cerebro y otras regiones del organismo. De ahí te surgen los síntomas de debilidad y malestar.






  • Deshidratación.


Uno de los efectos adversos del etanol en el cerebro es inactivar la producción de una hormona llamada ADH (hormona antidiurética). Los riñones filtran un promedio de 180 litros de sangre (agua) por día. Gracias a la hormona ADH, de estos 180 litros filtrados, orinamos apenas 1 o 2 por día. El ADH es uno de los principales mecanismos de control de la cantidad de agua corporal. Cuando es inhibido, toda el agua que pasa por los riñones acaba siendo eliminada en la orina. Por ello, algunos minutos después de la ingestión de alcohol, comenzamos a orinar a cada rato.
¿Ya notaste lo clara que es la orina después del consumo de bebidas alcohólicas? Eso ocurre porque en este momento tu orina es básicamente agua pura. Ese efecto diurético lleva a que te deshidrates, y causa los síntomas de boca seca, sed, dolor de cabeza, irritación y calambres.
La ADH solo vuelve a ser producida por el sistema nervioso central cuando los niveles de alcohol se tornan bajos, generalmente después de horas de eliminación excesiva de agua.


El riesgo de resaca es mayor cuando hay un consumo de al menos 4 copas de vino o 4 latas de cerveza (o el equivalente en alcohol de cualquier otra bebida) en el intervalo de 2 horas. Esta es una cantidad de alcohol consumida por encima de la capacidad de metabolización hepática, promoviendo gran liberación de acetaldehído hacia la corriente sanguínea.




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viernes, 20 de abril de 2018

"Y YO ME DEDICO AL ALCOHOL..."


“Quiero emborrachar mi corazón para olvidar un loco amor que más que amor es un sufrir”, dice el tango “Nostalgias”, como si la pena se diluyera con cada gota, como si el corazón borracho de amor pudiera olvidar a cada trago y transformarse en un corazón ebrio por el alcohol.


En diversas letras de canciones esa imagen se repite, como si fuera una vía de escape lo suficientemente “poética” y dolorosa para representar la pena de un corazón roto. 

La escena reproduce la realidad del abandonado o abandonada, solitarios, que buscan literalmente ahogar en un vaso de alcohol el dolor por la partida del amor.

Muchas veces algún amigo acompaña el dolor y comparte el trago. En otras el ambiente es más festivo e incluso estas canciones se escuchan en fiestas y boliches para que los recién dejados las canten con entusiasmo: “Cantinero sirva otro tequila que quita mi herida”, dice “Traición a la mexicana” de La Zimbabwe. O también: “Pasame la botella, voy a beber en nombre de ella”, interpretada por Banda XXI y Daddy Yankee.  


Mozo, sírvame la copa rota, quiero sangrar gota a gota el veneno de su amor interpretan entre otros  músicos como Andrés Calamaro o José Feliciano,  llorando a la “ingrata que se fue”.


“Tomo para no enamorarme, me enamoro para no tomar”, dicen Los Autenticos Decadentes en una de las frases más cantadas de la música popular, o la muy viralizada canción de Ráfaga porque vos se nota que no me queres... y  yo me dedico al alcohol...










De un modo u otro ¿ahogamos nuestras penas en alcohol?


Esa imagen representada en las letras musicales es algo que sucede en la realidad, porque hay mucha gente -y entre ella, muchos muchachas y chicos -que se emborracha para quitar las penas, será acaso porque muchas veces el alcohol es el ansiolítico más barato de todos, el que tengo más a mano; pero además también hay una cuestión cultural ya que se utiliza y se ha utilizado a lo largo de la historia. ¿ Es casual que la mayoría de este tipo de letras sean interpretadas por hombres? Crecimos inmersos en una cultura que educa a los varones para no llorar, el alcohol podría pensarse en este sentido y desde esa perspectiva como un desinhibidor para las lágrimas.




Pero la ciencia logró un nuevo descubrimiento que desmitifica la idea de que hay que beber para olvidar; el alcohol no aleja las penas, sino que, por el contrario refuerza los malos recuerdos.



Científicos de la Johns Hopkins University School of Medicine de Baltimore (EE.UU.) llegaron a la conclusion de que la ingesta desmedida de alcohol graba los malos recuerdos con mayor obstinación que si el mal trago se enjuaga con agua, ya que beber alcohol en dosis elevadas produce una alteración en un mecanismo fisiológico que funciona en nuestro cerebro y que sirve para olvidar los recuerdos negativos.



La actual moda de nuestros jóvenes de "tomar para volcar", consumir en exceso para caer en la intoxicación rápidamente (lo que los ingleses llaman binge drinking), donde la idea es que el alcohol "pegue" y "pegue" lo más rápido y fuerte posible, en donde se equiparan la diversión y el descontrol (a punto tal que llevan a hacer mezclas impensadas de bebidas con altísima graduación alcohólica) no solo aumenta el riesgo de coma etílico, y de las consecuencias de la clásica resaca posterior a una noche de borrachera, sino que además refuerza las malas experiencias.













Los investigadores de la Johns Hopkins describen que el alcohol “altera la función de receptores neuronales AMPA, que son receptores para un neurotransmisor llamado glutamato y que tiene un papel crucial en la formación de la memoria”.


Este neurotransmisor de glutamato se extiende por todo el cerebro y en particular está presente en áreas nerviosas que controlan las respuestas emocionales como la amígdala, el hipocampo o la corteza prefrontal, donde el glutamato controla la memoria.



El alcohol como sustancia psicoactiva interviene sobre diversos sistemas de mensajeros en el cerebro que modulan y controlan distintas funciones, entre ellas el aprendizaje y la memoria.

Al impedir la extinción de memorias negativas, el alcohol permite que persistan miedos y situaciones estresantes en el recuerdo. Y esto se traduce en interferencias a la hora de afrontar situaciones de la vida cotidiana, lo que traslada el problema a otras esferas del comportamiento diario. 

Gracias a este estudio por primera vez se explican los mecanismos por los que el alcohol perturba la memoria de tipo emocional negativa.

Durante la embriaguez estamos en un periodo de consciencia alterado y podemos olvidar nuestra realidad vital. Sin embargo, el consumo excesivo continuado de alcohol facilita que tengamos dificultad para procesar aprendizajes positivos, que tengamos memorias buenas, y nos impide olvidar los malos recuerdos.


Como vemos "beber para olvidar" es una pésima e inútil idea muy a pesar de que la sabiduría popular y costumbres repetidas y no demostradas la hayan popularizado.

De modo que las penas no se ahogan empinando el codo.

Emborracharte no manda a la papelera de reciclaje tus malas experiencias, muy por el contrario las afianza mas en tu memoria.

El alcohol no te borra los recuerdos, sino que los graba más. Lo vivido, vivido está.

















¿Y si hoy no te dedicas al alcohol? 







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domingo, 15 de abril de 2018

ANIMARSE

Tantas veces escucho a mamás y a papás preguntarme y preguntarse: "¿Qué nos pasa a los padres? ¿Por qué permitimos que nuestros hijos hagan lo que quieren si no estamos de acuerdo? ¿Por qué no ponemos los límites que quisiéramos poner?".






Quizás la respuesta pase por la llamada urgente a los padres, a “animarse a educar”.  Esto  parece algo lógico  (¿qué hacemos los padres si no es educar?),  sin embargo, últimamente aquellos que están cerca de los niños, como docentes, psicólogos y que tratan sus problemas cotidianos, afirman que los niños y adolescentes están necesitando padres que marquen los límites con claridad, padres que sepan lo que quieren para sus hijos, y que actúen sin temores a equivocarse.


Es un deber y un derecho de los padres marcar esos límites. Nuestros hijos los necesitan y tienen el derecho de tenerlos.  Nosotros  padres no tenemos que tener miedo a actuar,  tenemos y debemos animarnos a "ser padres", puesto que no hay nada peor para los hijos que ver a sus padres inseguros. Ellos necesitan ver a sus padres actuando, tomando decisiones, aunque no siempre sea lo que ellos creen que les conviene.


El error que muchas veces cometemos los padres, es el de no tener en claro qué es lo que queremos enseñar a nuestros hijos.  Y este es el problema básico del momento: "no saber". Porque el no saber qué hacer nos da miedo, y el miedo paraliza, y como nos paraliza, no hacemos nada. Entonces, los hijos ven unos padres inseguros, que no saben qué hacer y por lo tanto no hacen nada.


Por lo tanto, como padres estamos  llamados a "animarnos a educar". Si tenemos dudas, consultemos a quien nos parece que sabe. Y también tengamos cuenta que equivocarse es parte del crecimiento, por lo tanto no tengamos miedo al error. Confiemos más en nuestro instinto, y así marquemos un rumbo a nuestros hijos, aunque ellos no estén de acuerdo. Después de grandes, tendrán la libertad de tomar por otros caminos. Pero para poder elegir tienen que tener opciones, y es nuestra responsabilidad mostrarles cuáles son para nosotros los mejores caminos.













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26 de JUNIO - LAS PERSONAS PRIMERO

En su   resolución 42/112 , el 7 de diciembre de 1987, la Asamblea General decidió celebrar el 26 de junio el Día Internacional de la Lucha ...