viernes, 30 de marzo de 2018

MENORES Y ALCOHOL


Esto es lo que tenés que saber hoy sobre el consumo de alcohol en menores.   

Según encuestas realizadas por la Secretaría para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico, (SEDRONAR):


  • El alcohol es la sustancia de mayor consumo en chicos y chicas de 13 a 17 años.

  • Más del 77% de la población al llegar a los 18 años ya había consumido alguna bebida alcohólica.

  • Se identificaron situaciones de exceso en determinadas ocasiones, especialmente durante los fines de semana: casi el 30% de los jóvenes encuestados reconoció haberse emborrachado.

  • La forma de consumo en exceso puede ser de mucho riesgo por estar asociado a severas consecuencias físicas y emocionales que incluyen accidentes de tránsito, situaciones de violencia, sexo sin protección, entre otras.

  • Entre los adolescentes de 12 a 17 años el consumo de alcohol tuvo el mayor aumento, de más de 13 puntos porcentuales entre el 2010 y el 2017.

  • El porcentaje de nuevos bebedores pasó de 9,7% en el 2010 a 37,1% en el 2017. En el caso de los varones dicha tasa casi cuadruplica a la de 2010.

  • La edad del primer consumo disminuye a medida que las generaciones son más jóvenes.

  • En una encuesta de junio de 2017 realizada por Sedronar, se comprobó que el alcohol es la sustancia más consumida entre los jóvenes escolarizados. El 70% de los estudiantes escolarizados a nivel país ha probado alguna vez en su vida. El 62% la consumió durante el último año. Y el 50% lo hizo durante el último mes.

  • La mitad de los estudiantes que consumieron alcohol lo han hecho en forma riesgosa, es decir que su consumo les ha traído problemas consigo mismo o con el entorno.



La mayoría de los adolescentes de 12 a 17 años manifiesta una frecuencia de consumo de una vez al mes o menos, sin embargo un 26 % de los adolescentes consumen de 2 a 4 veces por mes y un 16 % de 2 a 3 veces por semana.

Son cifras que alarman. Todos somos responsables. Es tiempo de actuar. Cada uno haciendo lo suyo. Necesitamos chicos sin alcohol.




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miércoles, 21 de marzo de 2018

EN CLAVE PREVENTIVA


Según el informe 2017 de la SEDRONAR, el consumo de sustancias ilícitas y el abuso de alcohol en la población de entre 12 y 17 años aumentó en el último año.
De los niños y adolescentes que consumieron alcohol en el último mes 1 de cada 2 lo hicieron de forma abusiva. Esto representa 82.453 niños y adolescentes.
Hay 2.299.598 nuevos consumidores de alcohol, de los cuales 319.994 son pre adolescentes y adolescentes.
Asimismo el alto consumo de alcohol en la población adolescente alcanza un 70% de los estudiantes de 17 años que reconoció haber bebido alcohol en el último mes.


El reto de prevenir el consumo es enorme, pero en él, aunque solo sea por egoísmo, la sociedad en general se juega mucho, el futuro de su juventud. 

Creo que las claves preventivas pasan por la responsabilidad, los valores y el trabajo en red.


Tres claves de las que después cuelgan muchas otras como la necesidad de grandes transformaciones de paradigma, por ejemplo, en las familias. Para que tomen conciencia de la presencia del alcohol en sus vidas y cómo pueden hacer para evitar ciertas enseñanza que llegan a chicas y chicos a través de sus vivencias cotidianas.

O la necesidad de que la industria tome conciencia del papel que tiene en la transmisión de valores y necesidades gracias a la publicidad y el marketing y la posibilidad de evitarlos y, a pesar de ello, seguir siendo un sector económico potente.

Necesitamos progreso social y moral que acompañe al progreso económico.

El problema del consumo de alcohol entre jóvenes corre el riesgo de trivializarse, en el sentido de que los datos sobre sus efectos, tipos de consumo y demás, están ahí, son públicos. Hay muchos. Y sobre esto flotan algunas preguntas: “¿Por qué no hemos hecho nada en los últimos 20 años?”, “¿Cómo sociedad no queremos el bienestar de nuestros jóvenes?”. Quizás tenemos la intención de querer avanzar pero no sabemos cómo.

Permítaneme la analogía de pensar en una orquesta, con diferentes instrumentos, pero que con ensayo y esfuerzo, hacen una música común.

Implicar a otros con buena música, porque necesitamos ser muchos, y distintos. Necesitamos estar coordinados, al igual que necesitamos líderes, administraciones, técnicos y políticos que miren el bien común.

Y necesitamos Valores, saber dónde vamos y saber distinguir el bien del mal. Necesitamos situar el bien común y valores que nos inspiren.

Necesitamos, todos y cada uno de nosotros, pensar y actuar en CLAVE PREVENTIVA desde nuestra diversidad para poder hacer día por día "el mejor hit preventivo" en todos aquellos espacios donde nuestros chicas y muchachos van construyendo su cotidianeidad para poder así celebrar la vida.








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domingo, 18 de marzo de 2018

"PADRES ADULTESCENTES"


“Quiero ser un pendejo aunque me vuelva viejo” cantan los Auténticos Decadentes en su canción PENDEVIEJO.

La juventud es un territorio en el que todos quieren vivir indefinidamente; la “adolescentización de la sociedad” es un nuevo mandato inducido por el marketing y la publicidad que tiene que ver con el mito de la juventud eterna: los chicos quieren ser adolescentes antes y los adultos quieren parecerse más a los adolescentes.

Los "adultescentes" son adultos por edad y por experiencia pero no aceptan ubicarse en un lugar diferente respecto de los jóvenes; reniegan de ser adultos y esto trae aparejado  un gran problema para los adolescentes, porque el "padre adultescente" genera vínculos desde la horizontalidad.

Padres, que en rigor de verdad, tienen dificultades para asumirse como padres; que  quieren ser amigos de sus hijos; que se resisten a marcar las reales diferencias generacionales que existen entre ellos; que buscan una cercanía que no es real, que buscan la aprobación del adolescente. Quieren oír de él que ellos están actuando “bien”, que hacen “lo que hay que hacer”. En esencia buscan que el adolescente los reconforte.  De ellos el padre suele esperar seguridad. Quiere que su hijo lo haga sentir joven, competente. 

De modo que los adolescentes así se transforman un poco en los padres de sus padres y se ven obligados a ser padres de sí mismos, quedando huérfanos.

Hoy en día pareciera que cada pareja de padres improvisa, si fueron considerados por sus padres incapaces de tomar decisiones y de pensar, han pasado a creer que la sabiduría está en sus hijos, borran las distancias que habían impuesto sus padres y se declaran compinches de sus hijos.

Y así el "padre adultescente" se transforma en el "NO PADRE", aquel que NO pone límites, aquel que NO establece ciertas normas, aquel que NO se ubica en el lugar del frontón para recibir los golpes del peloteo que los adolescentes hagan sobre los padres, peloteo necesario para que el adolescente pueda diferenciarse de sus padres en el difícil proceso de transitar la adolescencia. Es el padre que NO dejar un lugar en el escenario para que los hijos lo ocupen.

Con el "padre adultescente" desaparece la ley de la palabra y con ella el legado, la guía, la orientación, los límites, el sentido existencial. En la cultura del "padre adultescente" no hay limite orientador porque es un hijo más; es la cultura del padre  hiperocupado, culpógeno, que llega cansado a su casa, que dice que SI a todo porque es más fácil decir que SI, que NO; es la cultura de hijos deslimitados con padres desbrujulados.

Sabemos que poner límites no es nada fácil, ya que el límite genera frustración , discusión y malestar, el "padre adultescente" cree que el limite hace sufrir a su hijo y lo separa de él. 

Si el padre NO está, surge la fantasía de que todo es posible, todo se permite, de que solamente importa gozar ilimitadamente, de que solamente interesa la cultura del instante.

Como adultos nos cuesta entender que nuestros hijos necesitan del límite, deben necesariamente aprender a esperar; el no saber esperar es una de las peores cosas que le pasan a un adolescente: si consigue ir aprendiendo que no todo puede obtenerse al instante de desearlo, habremos dado un primer gran paso en el arte de ser padres.

Es frecuente que el adolescente se frustre ante la espera porque no entiende que el esperar forma parte de la vida. Quien aprende a esperar dejará de ser esclavo de la satisfacción inmediata, enseñar a esperar no es reprimir y saber esperar es una condicion de libertad.

No asumir el momento vital que a cada uno le toca, a la larga, genera problemas. En otros tiempos, la sociedad proveía de rituales de pasaje; hoy la cultura ya no ofrece esos ritos, la consecuencia es que los adolescentes se ven obligados a crear sus propios "rituales de pasaje": que pueden ser, por ejemplo, beber hasta perder la conciencia o probar sustancias, lo que amplía la problemática de las adicciones.

Tambien la función reguladora parental está en transformación y a veces las chicas y los chicos se sienten menos contenidos al encarar estas problemáticas, de modo que no es bueno ni positivo como padres apartarnos de nuestra funcion reguladora.

Los hijos de "padres adultescentes" están ocupados siguiendo las vicisitudes de las vidas de sus padres, les cuesta rebelarse porque del otro lado no hay opción, hay una figura que pretende ser una burda imitación de ellos y con la cual puedan no pueden identificarse; porque el adolescente necesita crecer, equivocarse, ir encontrando MODELOS y de hecho los "padres adultescentes" NO son modelos a imitar.

Si yo como adulto no quiero crecer, mal puede mi hijo comportarse de otra manera, porque hay dos iguales y en esa horizontalidad se pierde el sentido de autoridad. 



¿Y que hacer entonces?


Simplemente ocupar nuestro rol de padres desde una saludable asimetría, nada más ni nada menos. Delimitar claramente que podemos hacer y que no, dar lugar a acuerdos mínimos reales que nos permitan actuar en conjunto y contener con cierta coherencia a nuestros hijos.

Recuperar la misión instransferible que nos ha tocado, porque el mundo está lleno de quienes quieren reemplazarnos; no esperemos que otros ocupen mi lugar vacante y adopten a nuestros hijos huérfanos.

No se trata de ser perfectos, cometer errores a veces es bueno, porque habilita a que los otros tambien puedan equivocarse; se trata de estar presentes, porque es urgente transmitir valores encarnados. Tenemos que mostrarles a nuestos hijos que vale la pena jugarse por lo que queremos. El tiempo pasa rápido y nos estamos perdiendo una gran oportunidad.








Llamado a la Solidaridad: 


"Se necesitan millones de dadores universales de afecto y de presencia" del grupo "padres dispuestos a ser coherentes y mostrarles a sus hijos que la vida vale la pena".


Abstenerse Padres Adultescentes.


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miércoles, 14 de marzo de 2018

EL RITUAL DEL ULTIMO PRIMER DIA - U.P.D.

La cultura del festejo es algo tan antiguo como la humanidad. El festejo remite a fiesta, a algo divertido. Lo que cambia es el modo y las formas de celebrar. Aunque nadie duda de que festejar es bueno y forma parte de la vida, existe una tendencia actual a "cierta necesidad" de que TODO sea festejable.





La necesidad de festejo es una necesidad básica de la comunidad. La fiesta significa un triunfo sobre la adversidad. Es algo pulsional, instintivo; que actúa como válvula de escape del malestar cultural.  El desarrollo cultural implica una renuncia. La fiesta habilita permisos que en otros contextos no se podrían dar. Todos nos merecemos festejar la alegría de vivir. Nadie puede aceptar la abrumadora realidad. Por eso están los refugios como los sueños, la literatura y la fiesta. La fiesta es, en este sentido,  un refugio.





Tras la culminación de la temporada veraniega y el fin de las vacaciones, cada año se produce el inicio de clases. En el nivel secundario, con jóvenes expectantes, unos por iniciar un ciclo, otros por continuarlo y los más grandes por cursar el último año.

Un acto protocolar, la bienvenida de los directivos y a estudiar… Esto ha sido así durante años. 

Pero de un tiempo a esta parte, el último primer día de clases se ha tornado una fecha muy importante para los adolescentes, frente al cierre de una etapa y el futuro lleno de sorpresas, incierto y abierto a nuevas experiencias. 
Por eso hay que festejarlo; la idea del festejo consiste en reunirse, disfrazarse, llevar aerosoles con espuma y cotillón, pintarse la cara y pasar la noche en vela para llegar a la escuela el  Último Primer Día (UPD) de clase sin dormir. 




El ritual del UPD es una práctica que se extendió acompañada por el efecto multiplicador de las redes sociales. No importa que el motivo nos resulte difícil de explicar. Se trata de “el último primer día”, en el que los estudiantes secundarios que ingresan al tramo final del ciclo deciden pasar toda la noche despiertos en “previas”, reuniones entre compañeros o fiestas para luego asistir a clases sin dormir.


¿En qué consiste el ritual? previas, música, banderas, bombas de estruendo, cortes de calles y cursar trasnochados entre otras cosas. Pero también en ese marco de una tendencia,  el consumo excesivo de alcohol entre los adolescentes fue ganando terreno hasta imponerse como parte importante del ritual; se trata de festejar desaforadamente la jornada previa al inicio de clases, bebiendo en exceso alcohol y llegar a la escuela sin dormir., si es que su estado se los permite. Así el UPD se reduce a festejar el final de año antes de que empiece y en medio de ese festejo hay alcohol en exceso.












La celebración no tiene reglas establecidas. Las posibilidades son variadas: encuentros de compañeros en la casa de algún voluntario; “juntadas” en un parque o espacio público; festejo en confiterías, pubs o boliches. Cada grupo define –a través de los contactos por Facebook, Instagram o Twitter– el lugar y el formato.







Ellos dicen que "Es una forma de empezar a despedirnos de la secundaria. Una fiesta entre los amigos que estamos por terminar una etapa", y muchos desean que "el UPD dure para siempre"... Quizás porque ese festejo, ese ritual;  es el momento suprautilitario de la gran felicidad, la irrupción inme­diata del hombre en un presente eterno donde desaparecen el pasado y el futuro y se experimenta sólo un presente que descansa en sí mismo.











Sin embargo, este ritual despierta polémicas, críticas y nuevas preocupaciones por el consumo de alcohol y el estado en el que algunos chicos llegan a la escuela.




En algunos casos, en  el UPD el consumo de alcohol está mas o menos controlado por un grupo de padres.  Algunos padres, para tener mayor control, optan por ofrecer sus casas para el evento. "Es difícil encontrar padres dispuestos a poner su casa para que los chicos se junten a tomar y salir al colegio tipo murga a las siete de la mañana tirándose papelitos y espuma o polvos de colores en la plaza más cercana" afirman muchos adultos; la ingesta de alcohol es supervisada por otros padres para que "no se descontrolen". "Suena mal y reprobable ser cómplice de eso, pero no podemos negar la realidad y si lo van a hacer igual, preferimos asesorarlos y acompañarlos en lugar de prohibir" señalan otros progenitores.





Modestamente considero que esta decisión de "acompañar" el consumo de alcohol no es positiva ya que muchos padres subestiman el consumo del alcohol en los hijos, creen que es solo ese día del año escolar o el último, pero no se dan cuenta que el consumo crece y está instalado, sólo hay que echar un vistazo todos los fines de semanas en las guardias hospitalarias donde la demanda de adolescentes alcoholizados se incrementa notoriamente.



Por eso es importante estimular los hábitos saludables en los padres y en sus hogares. De lo contrario los chicos no saben cómo cuidarse y cuando salen repiten las conducta que viven sus familias que son de poco cuidado. Tenemos que construir un discurso de la acción desde nuestra adultez para asumir un rol que muchos padres parecen no querer hacer: el de poner limites a los adolescentes, marcarles un camino y brindarle propuestas de vida saludable y no estar tan preocupados en querer ser "compinches" de sus hijos en la diversión sino mas bien confrontar con ellos para guiarlos en su adolescencia.




El ritual del UPD tambien cuestiona profundamente a la escuela: en muchos casos las instituciones aplican el reglamento de convivencia escolar  evitando que los alumnos alcoholizados ingresen, en otros casos acuerdan con las familias y alumnos horarios flexibles de ingreso al establecimiento, o tambien convocando a los padres para que retiren a los alumnos ebrios, y planteando estrategias para recibir a los chicos en el UPD con el fin de mitigar los efectos de la noche anterior; aun asi, hoy por hoy, la mayoria de los docentes aceptan al ritual del UPD como algo casi inmodificable.



En un buzón de sugerencias, despues de compartir una charla con un grupo de alumnos del ultimo año de una escuela secundaria, me propusieron concretar “Un UPD sin alcohol”:  festejar esta circunstancia de estar ante la jornada previa a comenzar a cursar el último año de la secundaria pero sin consumir bebidas alcohólicas; llegar sobrios a la escuela para comenzar las clases. Excelente propuesta que debería ser motivo de un festejo, pero no debería ser ninguna excepción, sino la regla.



Al fin y al cabo vemos como el último año del secundario se ha convertido en una serie consecutiva de ritos de expiración (presentación del buzo, campera o remera de la promoción; viaje de egresados, UPD) donde llama poderosamente  la atención la reacción de los adultos. Hay un nuevo espacio para ser ocupado por nosotros: los adultos. Lo que no deberíamos hacer es renunciar a ocuparlo. Hay que animarse a ocuparlo, nuestros hijos bien valen el esfuerzo. Podriamos empezar creando vinculos mediante hechos cotidianos con nuestros hijos jugando con ellos, dialogando con ellos y escuchándolos con atención.




Alguien me dijo una vez que cuando los chicos sienten que son valiosos para sus padres, no hacen falta tantos límites...




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*Artículo publicado en Diario El Ancasti
https://www.elancasti.com.ar/info-gral/2018/3/15/el-ritual-del-ultimo-primer-dia-364890.html










26 de JUNIO - LAS PERSONAS PRIMERO

En su   resolución 42/112 , el 7 de diciembre de 1987, la Asamblea General decidió celebrar el 26 de junio el Día Internacional de la Lucha ...