martes, 28 de febrero de 2023

ULTIMO PRIMER DIA (UPD)

El ULTIMO PRIMER DIA (U.P.D) es un festejo (para cantar, bailar y tomar), costumbre, celebración, rito o nueva moda, generalmente organizado o difundido por medio de las redes sociales, que se realiza la noche anterior al comienzo del ciclo lectivo, donde los estudiantes del último año de escuelas secundarias se proponen pasar la noche juntos sin dormir e ir a la escuela.

Es, en esencia una "nueva práctica ritual" de consumo de nuestras adolescencias; podríamos decir que se trata de excesos, pero no como aquello propio de la pubertad que implica cierto desborde o transgresión, sino como un puro exceso que no se tramita por ninguna vía habitual de sublimación (deporte, música, estudio, etc.) sino que se repliega sobre sí mismo.

Cuando les preguntamos a los jóvenes sobre esto, solo contestan por sí o por no, sin que puedan generar ningún sentido sobre el porqué de experimentar estas situaciones; como si se tratara de un accionar comandado por el grupo, sin otro objetivo más que tomar alcohol…porque sí.

Y esto nos remite a qué tipo de mensajes se dan para que este hacer a secas, sin un discurso que lo enmarque en lo simbólico, tenga protagonismo en las escenas en las que se autoconvocan los adolescentes, que claramente no tienen el carácter de encuentro, ni de afirmación del lazo social.

Escuchamos a los adultos decir: “solo me importa que seas feliz” (…) “yo te di todo”, etc., discursos que les auguran felicidad y completud pero sin acompañarlos en el camino del descubrimiento y del proceso hacia ello, solo marcando el punto de llegada.

La dificultad que esto presenta es que no permite desarrollar ese instinto de búsqueda y de sostenimiento del deseo que se satisface justamente en ese recorrido hacia algo.

A cambio de eso se tapa lo que interrogan, con objetos que no dejan espacio, ése espacio necesario que en lugar de generar la posibilidad del ejercicio de individuación y separación como salida exogámica, los empuja a la nada: el vacío de sentido.

Cuando nos disponemos a analizar estas situaciones de problemáticas de consumo, pensamos en primera instancia en un síntoma social que expresa el conflicto contemporáneo producto de los efectos de la declinación de los grandes ideales y la dificultad en sostener proyectos que involucren una escala temporal a largo plazo, ya que hoy en día las coordenadas de satisfacción se sostienen en lo inmediato; por otro lado y en  una escala a nivel personal y del entorno más cercano, nos advierte de cierto desorden en los vínculos primarios y de las redes de contención en los distintos ámbitos que participa: escuela, trabajo, familia, grupos de recreación, deporte, etc. Estos son pensados como factores de protección y su falla contribuye a generar condiciones de vulnerabilidad para el individuo ante la eventual exposición a un problema, incluido el consumo problemático de sustancias.

Estas celebraciones se han complejizado al punto de tensionar los acuerdos escolares vigentes, los roles y funciones de los distintos actores de la comunidad escolar, como así también suponen un desafío al lugar del adulto, en tanto actor que conforma el sistema de promoción y protección guiados por el interés superior de niños, niñas y adolescentes y la máxima satisfacción integral y simultánea de todos sus derechos. Es necesario plantearse interrogantes respecto a las diversas estrategias que se despliegan cuando estas prácticas acontecen, sin perder de vista que quienes las llevan adelante son jóvenes estudiantes, y sin olvidar que el motivo de su  festejo conlleva la finalización de los estudios secundarios. Entender que los jóvenes advienen en estudiantes a través de complejos procesos de construcción atravesados por dimensiones subjetivas, familiares, sociales, institucionales -entre otras-, implica reconocer la relevancia de los rituales y celebraciones que habilitan la elaboración de los pasajes en las trayectorias escolares, en este caso el egreso del Nivel Secundario.

El UPD es un rito de situación, sobre la base de la transmisión entre pares en donde el otro es un próximo, es decir, quien comparte una circunstancia. Son  entendidos así como “frágiles” puesto que no generan experiencia transferible a otras situaciones y  “cumplen una función de inscripción grupal, marcan formas compartidas de vivir un espacio y un tiempo que es puro presente y confieren una identidad común en las precisas y duras fronteras del grupo".

Estas prácticas grupales de consumo han dejado de ser regladas, para ser desarrolladas en cualquier momento, lugar o por cualquier persona, donde el tiempo se convierte en un encadenamiento de presentes, abierto en todo momento a la irrupción de lo nuevo, al estilo de una colección de instantes vividos con variada intensidad; en  una época en la que la identidad y la subjetividad juvenil se encuentran atravesadas por la lógica del consumo, se consolida el tener sobre el ser, que parece solo ser posible si se hace visible o se muestra en los espacios públicos (físicos o virtuales).

La lógica de cuidado se convierte en un desafío constante para las escuelas, justamente, por oponerse a esta lógica consumista que favorece la privatización e individualización de los cuidados, para promover relaciones de reciprocidad, afectividad, de confianza y preocupación por el otro.

Plantear sugerencias para el abordaje de las prácticas que llevan a cabo los estudiantes del último año pone en el centro de la escena dos ejes fundamentales. Por un lado, el establecimiento de acuerdos entre generaciones; y por otro, el proceso de resignificación no sólo de los sentidos que sostienen estos rituales,  sino también aquellos  a los que “apuesta” la escuela.

¿Lo charlamos en familia? ¿Lo charlamos en la comunidad educativa?

HOY ES UN BUEN DIA PARA EMPEZAR..!



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