Desde el año 2010 la venta minorista de drogas ilegales va en aumento en muchos barrios de nuestro país; de hecho el 48,5% de los hogares argentinos perciben que directa o indirectamente en su barrio se venden drogas (según datos del año 2016 del Barómetro del Narcotráfico y las Adicciones N° III del Observatorio de la Deuda Social de la UCA).
De igual modo entre 2010 y 2017 el consumo de estupefacientes en los menores de entre 12 y 17 años se TRIPLICÓ, más de la mitad de dichos adolescentes manifiestan poder conseguir fácilmente marihuana en 24 horas; la marihuana es la droga ilegal mas consumida por los jóvenes: 3 de cada 100 la consumieron en el último mes.
En el mismo periodo (2010-2017) también se triplicó el consumo de cocaína en la misma franja etaria; en tanto el consumo de éxtasis creció en un 200% y la edad de inicio de su consumo bajó de los 16 a los 14 años. Al 40% de los menores de entre 15 y 17 años le ofrecieron al menos una vez comprar marihuana y cocaína en el último año.
La cercanía y la facilidad para hacerse de estos estupefacientes que tienen los adolescentes explican en gran medida estas cifras alarmantes.
Hay una relación dialéctica entre narcomenudeo y narcotráfico, una relación de un ida y vuelta porque el narcotráfico necesita del narcomenudeo ya que éste realiza una especie de testeo barrial acerca de cómo se encuentra el tejido social; la permeabilidad que hay en el barrio, si existe o no disputa territorial. Asimismo el narcomenudeo también es un termómetro del consumo: es decir como cambia la demanda de estupefacientes, las nuevas inclinaciones, la decantación del consumo de alguna droga en particular.
El narcomenudeo es el micro mercado de los estupefacientes, es la venta en menor escala, que tiene distintas fases dentro de la cadena y dependiendo del barrio y de los alcances de la banda, tendrá mayor o menor articulación e infraestructura. Estas incluyen al dealer, al soldado, pasando por el punto de venta de droga el expendio armado o bunker. La fortaleza de cada estructura es distinta al igual que las dinámicas. Por eso sin narcotráfico no hay narcomenudeo y viceversa.
En Argentina el problema del narcotráfico lleva décadas, y se agravó después del año 2000 porque a partir de allí su crecimiento fue voraz y vertiginoso. Dejamos de ser un país de tránsito para para pasar a ser un país donde el narcotráfico se asentó con la particularidad de darse como una fusión de una base local con un componente internacional.
Nosotros subestimamos durante décadas al narcotráfico: hoy es un 55% de tránsito mientras que el resto se elabora y/o se queda aquí. Cuando me preguntan porqué avanzó este flagelo en estos años me remito a pensar en voz alta para esbozar una respuesta que hay acciones que lo explican: las omisiones, las negaciones y las subestimaciones son en esencia acciones pasivas que terminan siendo conniventes con el proyecto de poder del narcotráfico y no entenderlo de este modo explica de alguna manera los fracasos en la lucha contra todas las aristas del crimen organizado.
El narcomenudeo instala la violencia en el barrio cuando instala a la droga, le cambian al barrio las escenas de la vida cotidiana, sus usos y costumbres. Cada punto de venta barrial es un foco de muerte que agiliza la descomposición social: la familia deja de ser la célula de la sociedad, algunas casas se convierten en hogares tergiversados: en bocas de expendio; el narcomenudeo genera miedos como el temor de las familias por la captación que la droga hace de los niños.
La droga como enfermedad es la base de la droga como delito, y el eje vertebral de todas las vertientes del crimen organizado es el lavado del dinero, por eso el narcotráfico crece a partir de lo legal.
Por ahora hemos evitado el narcoestado, tenemos por delante tocar la matriz subterránea del narcotráfico para evitar otros escenarios.